Grigori Potemkin, amante de Catalina la Grande |
Una vez alcanzado el trono, los peligros eran muchos. Al tratarse de una usurpadora del poder sin derecho legítimo a reinar Rusia, que había asesinado a su marido, o como mínimo había formado parte de los que conspiraron para hacerlo, no estaba bien vista por todos y los enemigos podían multiplicarse y aparecer inesperadamente. Dos amenazas más coleteaban sobre su supervivencia. Por un lado, su procedencia alemana, cabe recordar que Rusia se había enfrentado a Alemania no hacía mucho tiempo, por otra Iván VI, el heredero al trono legítimo. Quiso visitarlo para comprobar su estado y verificar si los rumores que decían que se había vuelto loco o que era tonto eran ciertos. Iván VI había sido encerrado por Elisabeth, la anterior emperatriz, a la edad de seis años. Ahora era adulto y podía ser el hombre que utilizara una revuelta contra ella para ponerlo en el trono. Comprobó que lejos de confirmar los rumores sabía muy bien quién era y le mandó arrodillarse como su Zar que era. Catalina ratificó la orden de matarlo si alguien intentaba sacarlo de allí.
Poco después sucedió. Algunos miembros de la aristocracia contrarios a Catalina comenzaron una revuelta con el intento de derrocar a la emperatriz y llevar a Iván VI a convertirse en Emperador de todas la Rusias. Los guardias, al ver el intento de sacarlo de prisión por parte de alguno militares, apuñalaron al joven , pero adulto ya Iván VI (desgraciada vida tuvo el muchacho) y lo mataron.
Apagada la revuelta y aniquilados sus rivales, a quienes trató sin piedad, Catalina podía ahora dedicarse a gobernar Rusia. Había heredado un país analfabeto estructurado en base a una forma casi de esclavitud habitual en los países de la Europa del Este que nació en época medieval, la servidumbre. No había ni sistema legislativo, ni educativo, ni sanitario.
Catalina se propuso modernizar el país e introducir cambios estructurales enormes. Quería convertir a Rusia en la envidia de Europa modernizándola tomando como base los preceptos liberales y científicos de la Ilustración, por lo que empezó a tener contacto diario con los principales intelectuales europeos de su tiempo, especialmente los franceses. Recibía sus ideas en materia de política, economía, ciencia y derecho.
Transcurrido poco tiempo, llegó el primer gran proyecto de Catalina, Las Grandes Instrucciones Ona Cas, que muchos interpretaron como un código legislativo pero que mas bien fueron una serie de máximas de cómo debía organizarse un gobierno, en definitiva, una gran lección en materia de Ciencias Políticas. Para su desarrollo contó con una intensa correspondencia con Voltaire.
Catalina sabía que para tener éxito debía propagar los cambios que estaba realizando en Rusia, quería que se supiera en Europa lo que estaba haciendo. Para ello, convirtió la Corte en un centro de investigación y debate ilustrado. Intelectuales de todo el mundo acudían atraídos por la posibilidad que la empertriz les ofrecía. Se invitó a Voltaire a que participara, pero nunca lo hizo, en cambio éste para complacer la insistencia de la emperatriz decidió enviar a su pupilo Diderot, quien sin tener la categoría de estrella de Voltaire, actuó como un gran propagandista de las acciones de Catalina, ayudándola a propagar que se trataba de una monarca ilustrada. En una ocasión le llegó a escribir: "Actualmente se os considera la benefactora de toda Europa" "Nadie desea hablar más que vos acerca de la humanidad y nadie conoce mejor que vos los beneficios de la razón".
Denis Diderot, filósofo francés que formó parte de la Ilustración. Acompañó a Catalina la Grande en su intento de ilustrar Rusia |
Compró excelentes colecciones de arte para el Hermitage y compró toda la biblioteca de Diderot, a quien pagó con generosidad.
En un invierno en el que hubo un brote de viruela terrible, mandó que dos soldados llevaran a Palacio un niño enfermo. Su intención fue la de vacunarlo. Había leído mucho al respecto y creía firmemente en las posibilidades de la ciencia. Mandó traer también a un prestigioso médico británico experto en vacunas, el Dr. Dimsdale. Catalina se vacunó y funcionó, rápidamente toda la Corte la siguió y todos apreciaron el coraje de su emperatriz. Mandó crear escuelas y hospitales e inició un proyecto de vacunación para los ciudadanos.
Pero esta sólo fue una de las muchas ambiciones y proyectos que puso en marcha Catalina la Grande, las guerras como casi siempre en la época de los grandes imperios absolutistas y Rusia lo era, eran algo esencial, por lo que la emperatriz junto con su amante el jefe del ejército ruso, Grigory Orlov decidieron iniciar una guerra contra el Imperio Otomano, cuyo fin era abrir la puertas de Rusia al mar negro y controlar las rutas comerciales septentrionales del país y conquistar Constantinopla.
Guerra contra el Imperio Otomano |
En la época del conflicto con los turcos apareció en la vida de Catalina una de las figuras más importantes de su vida que llegaría a convertirse en su gran amor. Un miembro de la Guardia que empezó a prestarle atenciones especiales a la emperatriz, se trataba de Grigori Potemkin. Catalina empezó a desenamorarse del otro Grigori, Orlov, quien a pesar de ser apuesto y valiente el aspecto intelectual distaba mucho de la capacidad que Catalina poseía, así que empezó a aburrirse de él. Por otra parte, ella sabía bien que Orlov era un libertino que le gustaba beber y divertirse, también las mujeres y descubrió que le había engañado. Lógicamente, esto acabó por convencerla de que necesitaba un cambio y empezó a fijarse en Potemkin, quien siendo apuesto como Orlov, le diferencia su intelecto. Potemkin era un hombre muy culto y refinado, con muy buen sentido del humor y un gran imitador, cosa que le encantaba a Catalina. Los Orlov se dieron cuenta de la situación y sabían que la posibilidad de un romance entre su emperatriz y Potemkin acabaría con su situación privilegiada. Se rumorea que uno de esos días los dos hermanos, Grigori y Alexey, invitaron a Potemkin a jugar una partida de billar y aprovecharon para pegarle una paliza de la que le dejaron algunas cicatrices en la cara. Lo cierto es que al poco tiempo Potemkin marchó al frente para luchar contra los Otomanos y cosechó una serie de victorias relevantes que le granjearon prestigio como estratega militar. Catalina deseaba alejar de su lado a los Orlov, pero debía hacerlo con sumo cuidado, ya que ellos la habían ayudado a acceder al poder y asesinaron a su marido, pero sabía que debía hacerlo y colocar a su lado a alguien que ella hubiera ayudado a ascender, alguien que le fuera fiel y que gozara de una inteligencia especial para ayudarla con el gobierno del imperio. Rápidamente pensó en Potemkin, así que inició una correspondencia secreta que poco a poco empezó a ser amorosa.
La correspondencia llevó a Potemkin a palacio esperanzado en poder sustituir a Orlov en la cama de la Zarina y convertirse en su consejero principal. Sin embargo, Catalina no quiso correr, por otra parte, corría también en la corte la anécdota de que ambos se encontraron un día en las escaleras de palacio. Orlov descendía mientras Potenkim las subía. Este último lo saludó y le preguntó por las novedades de palacio y Orlov le respondió "no he oído nada, tan sólo sé que usted sube y yo bajo" y lo amenazó, pero Potemkin no lo temía.
El romance comenzó en el invierno de 1774. Catalina recompensó generosamente a Orlov para no contrariarlo y dio comienzo a uno de los episodios más extraordinarios de la historia de Rusia y de la vida de Catalina en particular.
Ambos iniciaron el romance de forma apasionada como lo demuestra la correspondencia entre ambos que ha llegado hasta nuestros días, ella suspiraba por él y quería verlo en todo momento, pero a él le sucedió lo mismo. Pasaban las noches enteras en el baño hablando sobre el país, comiendo y haciendo el amor. Su relación en estos primeros años tuvo un extraordinario componente sexual; ella en sus cartas le llamaba tigre, mi cosaco y cosas por el estilo. Pero lo que es realmente destacable de esta unión es que su idilio dio lugar a la unión política entre un hombre y una mujer más extraordinaria conocida en la historia. Ni siquiera Marco Antonio y Cleopatra la alcanzaron. Se trataba de dos personas tremendamente inteligentes, muy hábiles en la política y con una cultura extraordinaria, en definitiva, dos almas gemelas que se encontraron y se unieron para elevar a Rusia a la categoría de primera potencia mundial y ser la envidia del mundo entero.
Justo cuando Catalina disfrutaba de la época más feliz de su vida en la que gozaba de una extraordinaria imagen ilustrada en el resto de Europa, estalló una revuelta campesina que llegó a amenazar su poder. La revuelta comenzó en el bajo Volga y la lideró un campesino enfurecido llamado Yemelyan Pugachev, un cosaco que consiguió reunir un numeroso ejército de seguidores haciéndose pasar por el marido asesinado de Catalina, Pedro III. Sus tropas llegaron incluso a amenazar Moscú, pero finalmente, traicionado por sus hombres fue apresado y ejecutado. La emperatriz ordenó que se le diera muerte sin tortura, ya que no quería que su imagen de ilustrada se viera afectada. Hay una novela romántica del gran escritor Alexander Pushkin, La hija del Capitán, está situada en los momentos de la revuelta de Pugachev e ilustran muy bien la atmósfera del momento.
Retrato de Yemelian Pugachev, protagonista de la mayor revuelta protagonizada por siervos en Rusia. Se hizo pasar por el Emperador Pedro III |
Tras la ejecución de Pugachev, Catalina no volvió a perder el control interno, pero sabía que debía dotar a Rusia de un Código Civil, así que se puso manos a la obra. Empezó creando códigos parciales para cada una de las actividades, mercantil, de la policía de Moscú, de la administración, etc. La dirección del ejército la cedió por completo a su amante Potemkin. Así fue como Rusia poco a poco dejó de estar tan militarizada y empezó a ser más civil.
Lamentablemente, la pareja empezó una crisis, la relación se había vuelto tensa. Por un lado, Potemkin no quería ser un mantenido y necesitaba estabilidad, no quería verse en la calle si otro ocupaba su lugar. Por el otro, Catalina le exigía que estuviera siempre a su lado, constantemente y eso asfixiaba a su amante. La Zarina pensó en el matrimonio como una solución y hay rumores bastante sólidos que lo confirman, porque si lo hicieron fue en secreto y no hay ningún documento de ello. El secretismo venía porque Catalina ya había estado casada con Pedro III y era posible que el pueblo no lo viera con buenos ojos. Además, casarse con Potemkin y hacerlo oficial significaba que lo convertía en Rey y por lo tanto cedía parte de su poder. Casarse era una respuestas a las inquietudes de él.
Mientras estos sucesos ocupaban a la emperatriz en la vida privada, en la política internacional un nuevo éxito acompañó a la pareja. En julio de 1784, Rusia y el Imperio Otomano firmaban un tratado de paz, por el que los turcos cedían parte de Crimea y zonas estratégicas del Mar Negro. La satisfacción de la pareja fue enorme, así como la del imperio en el que los fuegos y las fiestas protagonizaron la vida civil de aquellos días.
Pero las celebraciones no pudieron esconder las tensiones que el matrimonio tenía, discusiones por el poder o por cosas insignificantes. Lo cierto es que se querían tanto que no podían vivir el uno sin el otro, pero tampoco juntos. Fue entonces cuando Catalina se fijó en un joven secretario que se había enamorado de la emperatriz y se produjo una curiosa situación de menage a trois. Potemkin aceptó las relaciones, de hecho, Catalina las tuvo con varios muchachos jóvenes a medida que se hacía mayor, pero Potemkin siempre estuvo presente junto a ella y su presencia eclipsó por completo al resto. Puede interpretarse como que hubo un acuerdo entre ambos, además, con cierta frecuencia ellos seguían manteniendo relaciones sexuales.
Solucionados los problemas de la pareja, centraron su actividad en la expansión del imperio. Fue así como empezó el Proyecto Griego, que consistía en ocupar los territorios del antiguo Imperio Bizantino ahora en manos de los turcos. De esta manera, Rusia tendría en su poder toda la cristiandad ortodoxa. Para llevarlo a cabo era necesario cambiar la alianza que tenían con los prusianos en favor de los austriacos, pero tenían que hacerlo con sumo cuidado. La pareja puso en marcha un plan en el que mostraron sus grandes dotes y astucia diplomáticas. La oportunidad de ponerlo en marcha les llegó cuando en 1781 organizaron un baile en honor del Príncipe Federico Guillermo, heredero al trono de Prusia y el Príncipe Austriaco, quienes acudieron para fomentar las relaciones con Rusia y conseguir nuevos acuerdos. El matrimonio disfrutaba con este tipo de conspiraciones y juegos políticos, lo cierto es que eran dos excelentes actores en el que en ocasiones uno le decía al otro: "hoy te toca a ti hacer de poli bueno y yo de poli malo". Consiguieron el cambio de alianza y Austria se comprometió con Rusia a apoyarla contra el Imperio Otomano a cambio de una serie de territorios. Catalina la Grande pasó a ser considerada en la esfera internacional como una político audaz que podía resultar peligroso ignorarla.
Iniciada la guerra, Catalina dividió el imperio en dos partes, norte y sur. Ella se ocupó de la parte norte y a Potemkin lo nombró Príncipe y gobernó como Virrey de Catalina en el sur. Controladas Crimea y Ucrania, a la edad de 58 años Catalina decidió invitar a una serie de líderes europeos y creadores de opinión a un crucero que los llevaría a la ciudad de Sebastopol, en donde se encontraba Potenkim preparando una extraordinaria recepción. Sin duda, fue el momento culminante del reinado de Catalina la Grande y fue también, la primera maniobra propagandística moderna que se había realizado hasta entonces. La emperatriz pudo mostrar su generosidad, pero al mismo tiempo su grandeza y riquezas. La recepción no tuvo el éxito total que esperaban. El representante sajón se burló de las conquistas de Potemkin y de allí nació el mito de que éste no era más que un Proxeneta y Catalina una ninfómana que sólo un caballo podía satisfacerla. Este era el único punto débil de la emperatriz, la vida privada.
Pero lo que realmente preocupaba a Catalina la Grande en esta época fue que en 1789 comenzó la Revolución Francesa, que llevó a la desaparición progresiva de las monarquías absolutas. Además, un escritor llamado Alexander Radischev había escrito un libro titulado Viaje de Sant Petersburgo a Moscú, en el que realizaba una crítica atroz a la monarquía de Catalina denunciando la terrible situación de la sociedad civil rusa. Esto enfureció a la Zarina. Los principios ilustrados de Catalina pasarían por la prueba más difícil. Pensó en ejecutarlo, pero finalmente lo exilió a Siberia y mandó quemar todos los ejemplares del libro e implantó una fuerte censura, incluso prohibiendo las obras de Voltaire, a quien había admirado en su juventud.
Un nuevo golpe azotó la estabilidad de Catalina, en 1791, mientras viajaba por las tierras de su amada Crimea, Potemkin murió en los brazos de su sobrina más querida con las cartas de Catalina entre su mano pegadas al corazón. Murió tras padecer una larga enfermedad. Ella perdió no sólo a su amante, perdió un pilar, su pilar. El gran amor de su vida. Catalina le sobrevivió cinco años más, probablemente los peores de su reinado. Contraria a la difamación popular procedente de Inglaterra que decía que había muerto bajo un caballo, la Reina de todas las Rusias murió como consecuencia de un ataque de apoplejía, quizá por el malestar que le producían las noticias que llegaban de Francia y su revolución, además de no tener ahora a su mejor amigo junto a ella.
El 17 de noviembre de 1796 moría la que ha sido el mejor gobernante que jamás haya conocido Rusia. Una mujer inteligente, apasionada y bondadosa. Un animal político que convirtió el imperio en la primera potencia durante su reinado. Una ilustrada y una buena amiga. Murió, en fin, Catalina la Grande.
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